Páginas

HAZ ESTO...



En Lucas 10:25-37 encontramos a un respetado hombre religioso que sabía de memoria las Escrituras. No una parte, sino su totalidad.
Lucas dice que era un interprete de la ley, y esto era lo que aprendían desde muy pequeños los que luego llegarían a ser interpretes de la ley.
Pero este hombre con todo su conocimiento y respetabilidad solo tenía “un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (Isaías 29:13).

Este hombre le preguntó a Jesús: "Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?"
Él le dijo: "¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”.

Con esta pregunta, este interprete de la ley, casi que me lo puedo imaginar sonriendo y disfrutando.
Los religiosos judíos amaban discutir sobre esto.
Alfred Plummer en su Comentario de Marcos explica esto: “Los rabinos dividían los 613 preceptos de la ley (248 mandamientos y 365 prohibiciones) en ‘importantes’ y ‘leves’, pero su clasificación era causa de muchos debates” (“El evangelio según Marcos”. Pag. 283).

Esta era la gran pasión de los maestros de la ley judía. Ni bien tenían oportunidad comenzaban un debate teológico sobre cómo entendían la ley, cuales eran los preceptos “importantes” y cuales los “leves”, sobre esto y aquello.
Se trataba de largas discusiones en las que cada uno quería demostrar su gran conocimiento y sabiduría.
¿Puedes imaginarlos? Entregaban sus vidas para conocer más y más las Escrituras y debatir de arriba a abajo aun las palabras más insignificantes formando así una larga lista personal de las doctrinas en las que cada uno estaba de acuerdo y las que no.
Mientras que alguien demarcaba una nueva linea de pensamiento basado en cierta sección de la ley y el resto discutía si la integraba a su lista doctrinal o no, o si esta nueva linea de pensamiento la modificaban y los hacía formar una nueva doctrina sobre cierto aspecto de su religión.
Como ya dijimos, esta era la pasión de día y de noche de los maestros de la ley.

Y Jesús le pregunta: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”.
No es muy difícil imaginar a este interprete de la ley disfrutando entrar a un nuevo y largo debate teológico. Y responde:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Diciendo esto, mezcla dos diferentes textos de la ley: Uno de Deuteronomio y el otro de Levítico.
Lo que está haciendo este maestro de la ley es poner sobre la mesa su postura en la discusión de cuales eran los preceptos “importantes” y cuales los “leves”. Su actitud es como si dijera: “Muy bien, comencemos el debate. Esta es mi postura. ¿Cual es la tuya?”.

A lo que Jesús responde:
“Bien has respondido; haz esto, y vivirás”.

Ja.... “¿Qué? ¿Cómo ‘haz esto y vivirás’? ¿‘Haz esto’? ¿Cómo ‘haz esto’?. Quiero mi discusión doctrinal. Comencemos a debatir. Aquí no se trata de ‘hacer’. Nosotros debatimos y debatimos nuestro conocimiento y sabiduría por horas y horas. ¿Cómo ‘haz esto y vivirás’?”.
Este hombre respetado conoce a la perfección las Escrituras y lo que quiere es su debate. No vivir, no “hacer” lo que conoce.

Pero Jesús le dice “HAZ esto, y vivirás”. “Ponlo en práctica. Los preceptos que has mencionado no son para discutirlos, son para vivirlos. Ama a Dios y a tu prójimo. Esto debería encerrar toda tu religión. No todo tu debate diario. Sino tu forma de vida”.

Esto, por supuesto, a este hombre experto en debates, no lo convence. El quiere su discusión teológica. Se siente confrontado y quiere salir de sí mismo y volver a la lucha doctrinal.
Por lo que vuelve al ataque:
“¿Y quién es mi prójimo?”

A lo que Jesús responde contándole la parábola del “buen samaritano”:
“Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”.
Y el Señor le pregunta:
“¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”

A lo que el interprete de la ley responde:
“El que usó de misericordia con él”.

Y Jesús concluye: “Ve, y HAZ tú lo mismo”.

El relato de Lucas sobre este episodio termina aquí, por lo que podemos ver que el ansiado debate teológico no fue como este hombre esperaba.

Hoy llevé a mi hija al colegio y tuve que forzarme varias veces para prestarle atención. Mi mente se iba detrás de algún "debate teológico".
Al llegar a casa llamé a mi esposa y le dije que lamentaba que hoy no podíamos desayunar juntos.

Resuenan en mi cabeza sus palabras: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”.

"HAZ ESTO"...

0 comentarios: